En las viejas casas había siempre un salón que llamaban de Pasos Perdidos. Era el salón donde nadie se detenía, pero por donde se pasaba siempre que se quería ir a los otros. Al autor le gustaría que estos libros llevaran el título general de Salón de pasos perdidos. Libros en los que sería absurdo quedarse, pero sin los cuales no podríamos llegar a esos otros lugares donde nos espera el espejismo de que hemos encontrado algo.