Santa Hildegarda describió, por primera vez, que en las células cancerígenas hay «pediculi», pequeños microorganismos que viven en las células, y que a su paso a la corriente sanguínea a través del estómago y los intestinos forman unos «gracillimi vermiculi» (gusanos pequeñísimos) agresivos y malignos que al pasar a la sangre o la linfa pueden originar metástasis.