Al contrario que Baroja, rara vez situó Galdós el escenario de sus novelas fuera de España, pero durante una década, la de su plenitud novelística, iniciada con La desheredada y culminada con Fortunata y Jacinta, pasó los veranos recorriendo Europa. Las impresiones de tres de esos viajes, los que realizó a Portugal en 1885, a Italia en 1888, y a Inglaterra en 1889, son las que podrá disfrutar el lector de este libro. Los escritos viajeros de Galdós han conservado todo su encanto, un poco desaliñado y como de entretenida conversación. Están llenos de observaciones inteligentes y bienhumoradas, de pequeños detalles exactos que nos permiten viajar en el tiempo y de apuntes sobre las psicologías nacionales que mantienen buena parte de su actualidad.