Iba al encuentro de la poesía y me topé conmigo mismo. ´Esa figura soy yo´ me dije. Difícil saber si me muestro especialmente inquieto con el hallazgo, si es una corazonada, una necesidad o una catástrofe. Dentro de mi armadura mental conozco poco de mi vida; algo sé de mi cuerpo, sobre todo de mis precariedades físicas que a diario me arrojan su dolor a la cara. Con descaro miraba mi rostro en el espejo sin energía y gracia y sentía la necesidad de ser otro. ¿Podré moldearme a mí mismo algún día? ¿Ser capaz de corregir mi desolada conciencia, mi vida huérfana? Todo esto constituye mi verdadera sombra. ¿Tendré que mover algo de mí mismo para dejar sitio a una nueva luz? ¿Delimitar parcelas para la experiencia, lugares para la voluntad y puertas al amor ´que como la llama crece y como la llama se extingue´? Más allá del tumulto de la calle, aquí estoy adentrándome en los ojos de mí mismo como si quisiera captar lo que soy hacia afuera y hacia adentro, cada vez más confundido, bajo un cielo invernal, sintiendo que el oleaje amaina a medida que percibo que la realidad es mucho más real en cuanto entra en consonancia con el otro que todavía no soy. Entonces me vuelvo transparente y en plena noche encuentro poesía.