La sal es para Iván de la Nuez lo que el Libro de arena para Borges o el Territorio de la Mancha para Carlos Fuentes, sólo que su mapa no se adscribe al tiempo ni a la lengua. Entre el pasado dulce de las nostalgias y el presente ácido, y cínico, de la globalización hay un futuro que puede ser nombrado con la punta de la lengua. Un porvenir salado.