A mediados de los años setenta, tras largas décadas de autoritarismo, los dos grandes Estados de la Península Ibérica iniciaron por caminos bien diferentes sus respectivos procesos de transición hacia la democr acia. Esta coincidencia temporal no es meramente casual, sino que resp onde a la fuerte interdependencia estructural perceptible entre ambas sociedades, lo que remite a la existencia de una realidad peninsular q ue ha condicionado ûy condicionaû el devenir histórico de ambos países . Esta interdependencia no significa que las transiciones peninsulares presenten una relación causal inmediata ni que una influyera decisiva mente en la otra. Pero sí que la completa comprensión de ambos proceso s sólo es posible desde una perspectiva global comparada. Aunque la re lación estructural es incuestionable, las vías hacia la democracia fue ron bien diferentes. Portugal ensayó una revolución que amenazó con de sembocar en algo bien distinto de la democracia liberal.