Ordine traza un retrato de Steiner, al que describe como un huésped incómodo que habitó el judaísmo, la literatura y la vida de un modo singular: no sólo dijo a menudo lo que muchos habrían preferido callar, sin ningún miramiento por las convenciones y los tabúes, sino que su propia concepción de la vida encontró su verdadero fundamento en la idea del huésped. Un ideal tan necesario como difícil de poner en práctica.