En cuanto el lector comience a leer La dulce Débora, entrará en una historia sencilla que le arrastrará hacia un cúmulo de sensaciones a las que no estamos acostumbrados. Avasallados y atormentados en la vida real por personajes necios y obtusos, la lectura se convierte en un buen lugar para huir de tanta mediocridad y oscurantismo. La novela de Marinieves Garabal nos ofrece eso. Un espacio acotado lleno de lugares comunes, dibujados desde una óptica muy personal, contar una historia y abrigarnos con la tristeza de la realidad para abrir el horizonte del lector y enseñarle cualidades inherentes del ser humano que nos hacen enormes. Su protagonista nos lo enseña en cada acción, con el altruismo por bandera y el amor en su máxima extensión. Ese amor del que hablaba San Pablo a los Corintios: ´El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta...´. El amor verdadero. Hacia todo lo vivo, hacia la naturaleza, hacia la belleza de lo mínimo... Este libro es un bello rincón que habla de ese amor que lo inunda todo.