Tomás Alcoverro ha vivido en Beirut desde 1970 y ha visto como se transformaba en campo de batalla de una larga guerra civil de quince años, y de multitud de guerras más cortas pero no menos destructivas. Eso la ha convertido en una ciudad ´surrealista´, como él mismo la bautizó, tan surrealista como el país del que es capital, el Líbano. Pero, a pesar de vivir instalada en el terremoto continuo, Beirut nunca ha dejado de ser una ciudad vital, alegre, joven, volcada hacia el exterior, para sorpresa de propios y extraños, con su vida nocturna, su mezcla multicultural, su actividad financiera y su condición de meca de las letras orientales. Nadie mejor que Alcoverro conoce las claves que mueven a una ciudad y un país que son la mejor representación de la mítica ave fénix: siempre renacen.