Hacer un libro infantil es el mayor desafío para un escritor. Es bautizarse de nuevo. Vestirse de fiesta y esperar por los invitados. Sospechar que pueden gustarles neustros juegos y tratar todo el tiempo de mirarlos a los ojos para leer su reacción. Este cuento en particular lo he tomado prestado a la vida, se puede leer de un tirón o patas arriba, o usando las voces en simultaneo. Un domingo cualquiera, mi hijo Mauro me sorprendió con un sabio entretenimiento, brotado según él de la desesperación de estar encerrado con dos niños muy activos en un día de lluvia y sin T.V. El juego lo habían llamado “de las medias perdidasö. Vi con asombro las caritas de mis nietos, vi sus manos hurgando las medias, y cada tanto miraban a su abuela para buscar la aprobación. Por supuesto la casa se llenó de risas, y yo regresé en un corto espacio de tiempo a mi infancia.