Dos viajes de Lasse Söderberg a Jerusalén en los años noventa detonan sólo una década después con toda la compleja magnitud simbólica de esta ciudad, para la concepción de este libro.
Personajes y protagonistas antiguos del nomadismo humano en la búsqueda de dios o de las guerras de implantación de dioses únicos –Nabot, Herodes, Godofredo de Bouillón, Saladino, los cruzados, los legionarios-, adquieren un timbre especial cuando personajes y protagonistas nuevos –Baruch Goldstein, Ben Gurión, Yigal Amin, Hanadit Jaradat- llenaban los diarios y noticieros del siglo que acaba de concluir y aún del nuevo.
El autor encara la intrincación de pactos o pugnas de tres religiones y su milenaria persecución de fieles e infieles para redescubrir la vigencia de la historia antigua en los acontecimientos modernos. Encara las escrituras sagradas que se hicieron cargo de la melancólica condición humana haciendo muescas entre carne y hueso para instalar sus dogmas. Eliminado el contorno entre pensamiento y sentimiento fue fácil para las religiones ejercer como natural el derecho a derramar esa sangre de la que toda fe está hecha. Pese a ello siempre ha sido y sigue siendo inocultable su fatídico germen.