Los paisajes que siguen, urbanos y rurales, divinos y humanos, son casi verosímiles y permanecen en Olivera ciudad, su huerta y campo. Los personajes, aunque tienen algo que ver con la realidad son más bien ficciones, grisallas y colores aparentes, recreaciones de la mente recoveca de un pipiolo que estuvo hace más de medio siglo por allí.´ ´La cuadrilla escardaba a fines de septiembre los planteles de las coliflores que primero habían echado dos hijitas cada una de ellas, que habían apartado a la fuerza de geotropismo positivo la superficie rugosa de la tierra, y a partir de ese momento todo fue muy rápido, casi se podía ver crecer a las coliflores entablándose una lucha por la vida entre ellas y las plantes de la flora local, flora en la que figuraban las rebanisicas, el serricho cristiano, el serriche pelagaloso, la juncica, la floresta, los sarrajones de toda especie; qué tremenda competencia la de las semillas convocadas al nacimiento, al crecimiento.´