Este pequeño libro pretende introducirse en los talleres tipográficos de la Villa y Corte para conocer algunos de sus aspectos de seguro menos conocidos, el de las mujeres impresoras que con galana invención y en destacados casos sin saber escribir, contribuyeron, merced a su parentesco familiar, a desarrollar una labor cultural incalculable: viudas, madres, hijas, sobrinas… que por motivos varios se vieron abocadas en un momento puntual de su vida a tomar las riendas de un negocio familiar de complejo entramado. La imprenta, el taller de encuadernación o la librería se convirtieron en unos de los primeros centros empresariales de la época moderna en los que la mujer desarrolló una actividad próspera, compitiendo férreamente con su ingenio contra la vigorosidad masculina. Es cierto que su regencia de la imprenta habitualmente duraba un corte periodo de tiempo, o bien en la transición entre la viudez y unas segundas nupcias, o bien durante la minoría del primogénito, e incluso en el plazo que precisaba para traspasar y vender la imprenta, prensas y aparejos. Pero también es verdad que hallamos impresoras con larga trayectoria. Como María de Quiñones, con 39 años de actividad en solitario.
