En Ágape se paga tenemos a un narrador febril en primera persona, el monólogo desquiciado de un hombre en una cama cuyo tiempo se agota. Rodeado de papeles llenos de anotaciones a las que debe poner orden y libros que le sirven de consulta, todo desparramándose, todo revuelto en un caos tanto material como psicológico, el narrador tiene dos misiones que le acucian. (Blog El lamento de Portnoy)