La publicación ahora de estos cuarenta y dos sonetos de Pablo García Baena suscita muchas consideraciones y preguntas, también tal vez la más importante: cómo fue cambiando si no la «ocasión» de su escritura, sí la variación que fue experimentando el poeta sobre la concepción, rechazo inicial y naturalidad posterior, el uso de una composición de tanto prestigio en las literaturas europeas y que han cultivado poetas a los que Pablo admiraba incondicionalmente, como Dante, Shakespeare, Garcilaso, Lope de Vega, Góngora, Rubén o Federico García Lorca.