Don Enrique de Villena no fue toledano, pero su vinculación con nuestra ciudad está probada histórica y legendariamente. Son las leyendas, precisamente, que se atribuyeron a su persona, en cuanto a su relación con las artes nigromantes, las que popularizaron su figura ya en vida y generaron un personaje que cobró fortuna en los siglos venideros en la pluma de grandes escritores de los Siglos de Oro y se interpuso a la de escritor erudito y pionero del Renacimiento. Arte cisoria tampoco es obra de tema toledano, pero merece inscribirse entre las raras joyas de nuestra literatura. No es un libro de cocina propiamente dicho si lo contemplamos desde nuestra estricta contemporaneidad, pero es un tratado de cocina y etiqueta en toda regla, el primero en lengua española. La pretensión de esta humilde publicación es doble, por un lado reivindicar el nombre de don Enrique de Villena y situarlo de nuevo en la plaza pública para que no se olvide; y por otra abrir un debate sobre la relación de fuente que vislumbró entre su figura y Cervantes.
