Byron se ha convertido en la personificación del poeta rebelde, imaginativo, sin ley, por encima de cualquier raza, credo o frontera, y con defectos manifiestos pero redimidos por un magnetismo y, en última instancia, por un heroísmo que, al culminar en tragedia, lo elevaron a él y a lo que representaba de lo particular a lo universal, de lo individual a lo arquetípico.