El día podía amanecer pronto por la mañana o al mediodía pero siembre había una persiana que no bajaba del todo y tamizaba la luz un patio interior del cual venían ecos de ollas y cafeteras voces en una lejanía distorsionada que delataban el horario laboral los quehaceres cotidianos el choque entre la noche mentirosa mágica y el día pulcro correcto.