Washington Irving (1783-1859) logró el privilegio de vivir en la Alhambra mientras escribía esta obra, a medio camino entre el libro de viajes y la narración de cuentos y leyendas en torno al lugar: allí reco´gió un torrente de recuerdos e historias que le iban a servir de base para sus relatos, también documentados en la biblioteca universitaria granadina.