CASADO DE ROCHA, ANTONIO (ED.)
El siglo XXI viene acompañado de un gran incremento del número de estudiantes en el sistema universitario global, pasando de 100 a 207 millones en solo quince años. Si hay una crisis en la universidad, esta afecta a su identidad, no a su supervivencia. Aunque pervivan las aulas, los laboratorios y las bibliotecas, las universidades se están reimaginando como espacios de conexión entre personas y proyectos: espacios de creatividad e innovación donde puedan iniciarse relaciones que transformen vidas. Pero las crecientes presiones y necesidades de su contexto plantean a la universidad un doble reto: redefinir su relación con la cultura y con la empresa. Por un lado, la función de extensión cultural surgida en el s. XX ha perdido protagonismo frente a la docencia y sobre todo frente a la investigación; por el otro, el sector privado ha irrumpido con fuerza en el «negocio» de la educación superior, a la vez que las grandes empresas ofrecen sus propios programas de formación.