Lo verdaderamente irracional, es decir, al margen de la razón, es la creencia en la inmortalidad. Y, sin embargo, fe, vida y razón se necesitan mutuamente. El anhelo de inmortalidad no puede formularse en proposiciones racionalmente discutibles, pero se nos impone del mismo modo que el instinto de conservación personal. Razón y fe son dos enemigos que no pueden sostenerse el uno sin el otro: lo irracional pide ser racionalizado y la razón sólo puede operar sobre lo irracional. Tienen que apoyarse el uno en el otro y la lucha es su modo de asociación. Fe y razón se necesitan: la fe necesita a la razón para hacerse transmisible, refleja y consciente, mientras que la razón solo puede transmitirse sobre la fe, pero ni la fe es transmisible racionalmente, ni la razón es vital.