La vida es atropello, desconcierto, improvisación, azar. Los hechos se van sucediendo según leyes que, por muy rotundas y serias que se pongan, no creen en sí mismas. Por eso el tiempo fluye lineal, en círculos viciosos o en espiral sin sentirse culpable ni detenerse a dar explicaciones a quienes sufren sus caprichosos cambios de ritmo. O por eso el amor en tantas ocasiones se fuga hacia la melancolía, el abandono de sí o la soledad. La vida es un huracán lento que lo va descolocando todo. Eso la hace más difícil, pero también más emocionante. Jesús Aguado ha construido un dique, con pecios de sus numerosos naufragios, y al que ha llamado Diccionario de Símbolos, para obligar a la vida a que le cuente, ahora sin urgencias ni atropellos, algunos de sus secretos, algunas de sus claves. Palabra a palabra, voz a voz; sueños, historias, sentimientos, ideas: los cabos de una madeja gracias a la cual no quedarse atrapado en el laberinto del mundo.