El cielo ha sido referente constante en la historia de la humanidad y ha sugerido al ser humano todo tipo de experiencias al tiempo que ha causado incertidumbres y multitud de interpretaciones. El cielo diurno luminoso o la bóveda estrellada que acoge y protege al hombre durante la noche han causado sorpresa y admiración desde tiempos remotos, de la misma forma que la presencia de estrellas, astros y constelaciones que aparecían o desaparecían en los cambios de escenario que marcaban las estaciones del año. Y tan importante han sido la observación del cielo y el conocimiento de sus cambios que el hombre ha dedicado especial atención a su naturaleza asimilándolo a su vida y utilizándolo como referencia esencial en todos los ámbitos posibles.
Tras la aparición del Islam, el cielo, que ya tenía una especial importancia para los árabes preislámicos, mantuvo la trascendencia que le habían otorgado culturas anteriores. Pero desde entonces, en el ámbito araboislámico no solo habría de orientar a los viajeros que cruzaban el mundo para llegar hasta La Meca en su peregrinación religiosa, sino que se convertiría en la referencia esencial para la distribución del día en franjas marcadas por los momentos precisos de la oración, cuyo inicio estaba vinculado a la posición del sol.
