Los siglos XVI y XVII supusieron para la música una etapa de desarrollo, debido a que trascendió la función de simple entretenimiento y adquirió completos significados y amplias aplicaciones en la mentalidad y el aparato ritual de la sociedad urbana. La ciudad de Sevilla, opulenta metrópoli de un vasto territorio, constituyo un perfecto caldo de cultivo y un potente foco de irradiación de la nueva concepción y los renovados usos de la música. Poderes civiles y religiosos, corporaciones y particulares, recurrirán masivamente a ella como instrumento para señalarse socialmente, convirtiendo el arte musical en una actividad profesional y económica que protagonizó un activo mercado de oferta y demanda.