Para definir en dos palabras la recopilación de casi toda su poesía, publicada e inédita, José Manuel Lucía Megías ha elegido un título intrigante, que sugiere unas interpretaciones y asimismo, como toda buena literatura, deja abierta otras. El único silencio. La continuidad expresada por el adjetivo “únicoö confirma un itinerario que acompaña la vida del poeta en todas sus experiencias existenciales, incluso las infantiles y juveniles que se evocan solo pocas veces. El mismo adjetivo sugiere que la poesía necesita del silencio o la provoca: lo necesita cuando las vivencias han superado la urgencia del presente y, pasadas por el filtro de la depuración, se pueden comunicar a los demás; lo provoca porque para leer poesía hay que apagar los ruidos exteriores e interiores y dejarse arrastrar por las nuevas emociones que su lectura suscita. Por otra parte en los versos de Lucía Megías hay otros silencios: el silencio personal, el de lo que no se quiere admitir o compartir respecto a su propia vida, y el silencio público, ese callarse frente a los crímenes sea individuales y sea colectivos, que la sociedad ha mantenido y sigue manteniendo no obstante las manifestaciones de horror demostradas con palabras retumbantes.