Partiendo de esta concepción de la lengua, no es de extrañar que sus textos se hallen siempre de camino: son abrumadoramente conscientes de que trabajan con una materia inestable, cuya naturaleza misma es el cambio. En su poética hay puentes y torres, pero junto a ellos, bajo ellos, a su alrededor se encuentra, en todo momento, el fluir del agua, murmurando con una multitud inasible de voces, como la lengua misma.