El diálogo entre la verdad teológica y la experiencia vital de los creyentes ha marcado la historia del cristianismo. La espiritualidad orientó el sentido y maduración de las primeras comunidades, arraigó profundamente los cimientos de la Iglesia primitiva con el testimonio de los mártires y consolidó el amor fraterno como motor del quehacer histórico de los cristianos. Siglos después, el énfasis comenzó a ponerse en la reflexión filosófica, las disputas especulativas y la acomodación inevitable a los cánones de la racionalidad que garantizaran un pensamiento a la defensiva de herejías y subjetivismos. Este devenir histórico a lo largo de más de dos mil años ha propiciado en el cristianismo un debate permanente entre la vida y el pensamiento, hasta el punto de que algunos de los que hoy han sido reconocidos doctores de la Iglesia fueron en su día investigados por sus desconcertantes testimonios. Porque entre los seguidores de Jesús, el amor ha de ser, finalmente, el que suscite y oriente la reflexión teológica. El libro es una muestra fehaciente de la contundencia de la experiencia del amor como raíz y fuente permanente de la filiación divina que Jesús ha sembrado en la historia de la humanidad.
