Resulta imposible delimitar lo testimonial de lo novelesco en esta intensa y divertida obra de Sánchez, que recoge el generoso opus de sus veinte y tantos libros publicados a lo ancho de Hispanoamérica. Hasta para consignar un testimonio se necesita algo que contar, y sobre todo, que lo relatado escape al tedio de las fáciles victorias. Herejías de la memoria, aunque suene a ensayo, son los mismos campos de Montiel que en estos tiempos nuestro autor ha atravesado con el sesgo irrenunciable de su desolado e inteligente humor. Sánchez dignifica el lenguaje con el recurso nada fácil de la sencillez y parece confirmar la afirmación de Bergson: El humor es el recurso social que castiga la mecanización de la vida.
