Dice la leyenda que allá por los años antiguos en los que reinaba Felipe III, en una calle de Madrid vivió una charra, viuda joven y muy bella que tenía distraídos los corazones de cuantos se acercaban a su calle para verla. Dicen que los hombres se apostaban bajo su balcón cuando salía a regar las flores, para mirarla. Y que estos hombres se disputaban las hojas secas que caían a la calle, con tal fiereza, que hubo muertos a su puerta. Dicen que grandes del reino hicieron que se marchara y dicen, que al marcharse maldijo aquella calle diciendo que siempre a esa calle irían los hombres a buscar a las mujeres bellas. Pero es una leyenda. Esta es la historia de Isabel, viuda que se marchó de Salamanca huyendo de su belleza y en Madrid su hermosura fue su cárcel; es la historia de Blas, un viejo pícaro y borrachín que vende cuentos por los mesones; de Rodrigo, hijo bastardo de un hombre tan poderoso como el rey al que manejaba. También es la historia de una carta perdida y una traición. En la Villa y corte de Madrid, “Donde todo se compra y todo se vende, desde el amor hasta la muerteö. También es la historia de una calle, a la que el pueblo de Madrid le puso por nombre “calle de la Monteraö.