El conde de Montijo nunca fue menos borrascoso que la época en que le tocó vivir: el ocaso del absolutismo, el impacto de la Revolución Francesa y los avatares del reinado de Fernando VII. Fue un apasionado, un idealista, un valiente y el penúltimo ejemplar caótico de aquella saga que se denominó de Los Viejos Españoles. Don Eugenio de Palafox y Portocarrero, VIII conde de Montijo y tío de la emperatriz Eugenia, nació en Madrid 1773 y allí murió en 1834. Actor, autor y testigo de la historia española entre los reinados de Carlos IV y Fernando VII, protagonizó cuantos motines, conspiraciones y guerras hubo y llegó a teniente general. Se concertó contra el poder establecido, perdió, venció y volvió a perder y vencer sin pasar factura alguna ni hipotecar a nadie. Fue miembro insigne de la nobleza, dos veces grande de España, y a la vez amigo y caudillo del pueblo al que arrastró en una y otra ocasión llegando a ser el embozado y decisivo ´tío Pedro´ del Motín de Aranjuez. Fue católico y Gran Oriente de la masonería. Fue poeta, pintor, tradujo a Alfieri y fue miembro de la Real Academia de la Lengua, de la de Bellas Artes de San Fernando y de la Historia. Estuvo preso en las cárceles de la Inquisición. Nunca pudo seguir un camino recto o tender hacia una sola meta. Él es, a la vez, todos los actores y el mismo escenario. . . Y sobre todo, y como pone de manifiesto don Andrés Cassinello, transcurrió por una vida que puso al servicio de su pueblo y de su patria.
