El viejo Martín Ramos se encuentra en su sala de lectura repleta de libros. Atendido por su enfermera en le momento presente del relato, la mirada del viejo se imanta a los anaqueles para invocar un pasado lejano al lado de su esposa en los primeros momentos de habitar su piso y la formación de su biblioteca. Heredada de la casa paterna, la biblioteca deviene en extraño y sustitutorio objeto de deseo, que se interpone entre los jóvenes esposos, y cuyo influjo alcanza a la relación amorosa entre la joven enfermera y su novio. Légamo del amor y los libros –de marcados ecos simbolistas, y que también remiten a la prosa no estrictamente narrativa de las dos primeras décadas del siglo XX (D´ors, Salinas, Ayala…)-, a través del juego paralelo entre presente y pasado y los elementos especulares de las dos parejas protagonistas, nos propone la imagen de una sexualidad conformada –y deformada- por el conocimiento que otorga el acto mismo de leer; una mirada nostálgica sobre la juventud y el amor en su primera hora y la constatación de su poso de secretas derrotas; la doble condición abisal del deseo y los libros, y la búsqueda, obsesiva y estéril, a que nos aboca el enigma que sabemos nos rehuye entre las páginas de cada libro que leemos.