Eduardo Fraile es un hijo castellano de Proust, tan sensible, tan sensitivo, tan amante de la belleza como él, con el mismo afán de salvar el tiempo vivido (que no perdido) y de compartirlo con sus lectores. ´Mirad todo lo maravilloso de la vida´, parece decirnos. ´Estaba ahí, delante de nosotros, y no sabíamos verlo´. Y yo, hoy, me siento muy afortunado por ser el ángel anunciador de esta obra maravillosa, el que primero pisa su umbral, el niño que abre la puerta y se detiene aquí temeroso, agradecido, bañado por la luz dorada que desprenden las páginas que vienen a continuación.