Antonio Castaño, 1964. Navegante de mares y quimeras dio un golpe de timón, cambió el rumbo y decidió dejarlo todo a comienzos del dos mil para desencallar su memoria en Latinoamérica, de donde dice sentirse culturalmente identificado y atraído desde muy joven. Vive y se desvive por Colombia. Nada a contracorriente entre sus dos orillas atlánticas. Autor atípico, lleva sus propuestas por caminos indómitos, cultivando una mirada poética en la imagen y la palabra inundada de sonidos y voces, olores y sabores texturas, como un todo orgánico e indivisible; alquimista en un viaje sin retorno que elude los convencionalismos. Vive sus propias paradojas y otra vez más las palabras se me devolvían boquiabiertas y sin dificultad interrogándome como en un soliloquio agustiniano. Peculiar su manera de ver y afrontar la vida. Animal claramente endémico por naturaleza, de filiación un tanto surrealista y libre, cuestión que lo define ante el mundo por sus actos y en su obra, plasmando una realidad insólita desde lo absurdo. Todo era la nada sin movimiento hasta que te vi, entonces comencé y se detuvieron todos los relojes. Existencial. Un asalto a las fronteras forajido, proscrito, desobediente, ecléctico, furtivo, insensato Se aburría en clase y soñaba, así que se dedicó a lo que mejor sabía hacer y no ser Quijotevagamundo. Invisiblemente explícito desde el silencio. Nado el infinito ahogando palabras, la razón naufraga yo navego Lee poemas en las palmas de sus manos. Sigue, siendo, inédito. CALIPSO PNEUMA.