No mucho antes de su suicidio, Raymond
Roussel valora sobre todo en su escritura
la ausencia de realidad, poder
de la imaginación y un esfuerzo sin fatiga
sobre ingenios lingüísticos que a sí
mismo se da. Ninguno de sus viajes
dejó nada en sus libros; adora a Julio
Verne como el más grande, y cree
en sí, cree en su grandeza como en una
perdida alegría muy íntima; recuerda
haber sido feliz cuando niño.
Lo solo del animal, Olvido García Valdés