En Pequeños accidentes caseros, Berna Wang nos adentra en el lirismo de la cotidianidad. Ni la ausencia, la soledad o el paso del tiempo hacen mella en la frescura y ligereza con la que su poesía, aproximándose a menudo a la levedad del haikú, busca esos intersticios en los que alienta la emoción de vivir.
Las historias de El mundo gira, segunda parte del libro, invitan al lector a demorarse en los apasionados y sorpresivos relámpagos de esa misma intensidad del día a día, descritos en una prosa pulcra, exenta y objetiva. No hay dramatismo en sus palabras, sino un a modo de acuerdo con la vida, un dibujo de lo cercano poetizado; como si no fuese necesario ir más lejos para contemplar y gozarse en lo extraordinario. Lo extraordinario está aquí, justo al alcance.