Colombine, Carmen de Burgos, vivió la vida que eligió sin miedo, una valentía que hoy nos parece heroica y hasta pantagruélica. Si la vida te acobarda con sus desgracias y sus dolores, los dramas de la muerte, las fracturas, el desamor, la vida de una mujer contracorriente lleva arañazos de serie, nada es fácil para quien decide remontar la torrentera de la diferencia. Cierto que cada satisfacción debió vivirla Carmen con la doble sensación de una victoria, porque a quien le cuesta el doble una alegría tiene el derecho de saborearla doblemente. Pero es que además Carmen de Burgos fue una magnifica escritora, hija de su tiempo, de la llamada generación del 98 y digna de figurar como una de las maestras de la literatura realista matriz de la novela contemporánea. Su vastísima producción y la dificultad de aunar obra periodística y novelesca hace que novelas como ésta que el lector tiene en su mano luzcan como la joya recuperada que es, aroma de Oscar Wilde, psicología de lo mejor de Austen o las hermanas Bronte. Quiero vivir mi vida es una novela sorprendente, sin duda, por la novedad de dotar de voz propia a sus protagonistas femeninas pero, sobre todo, por la finura en el andamio psicológico de sus personajes, magistralmente presentados como una obra coral que sin embargo dota a cada uno de ellos de perfiles tan personales como poco estereotipados. Todo ello con fórmulas hoy habituales en la literatura actual pero radicalmente novedosas en un tiempo donde era casi imposible escapar de los maniqueísmos y esperar de los lectores que se identificaran con el bueno, la buena, con su felicidad y su infelicidad. Porque esta es una historia de infelicidades y de infidelidades. En el principio de Anna Karenina (Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada) Tolstoi nos legó algo más que un pensamiento: la familia como foco de todas las pasiones y todas las tensiones. Y como núcleo aglutinador el matrimonio, la espina dorsal del orden y las buenas costumbres. (Mercedes de Pablos)