Este libro no se escribió para ser publicado. Son recuerdos y sueños de un tiempo de forzado reposo. En la cárcel conocí a fondo de don Melchor Gaspar de Jovellanos. Su vida, su pensamiento, sus infortunios. Me impresionaban, sobre todo, su sólida formación cristiana, su amor a la Patria y su resignación. Aparecieron en Santa Cruz unas cartas dirigidas a doña Petra Guerra. La presencia de Jovellanos cobró realidad en mi cabeza. Me paré con él y le escuche con atención. Puedo decir que viví con él. Era una visita del pazo de Santa Cruz de mi infancia. Es muy difícil valorar el bien que me hizo. Sólo lo sé yo. En unas cuartillas fui poniendo las que yo tenía. Ahora, treinta años después, mis hijos y, sobre todo, mi mujer, me dicen que los publique. Me resisto. Soy muy viejo, 90 años. No creo que le interese a nadie. No es una historia, no es novela; son recuerdos y sueños sincerados; pero tiene un poco de todo. Gracias a quien los lea. Para mí es el recuerdo de una etapa de mi vida.
