No somos ciudadanos, sino súbditos. Yendo un paso más allá, Valdecantos añade que, de hecho, “ciudadanoö y “ciudadaníaö son, en sí mismos, conceptos mixtificadores forjados para maquillar el rostro monstruoso de lo político. Por ejemplo, la doctrina medieval de la supremacía del poder eclesiástico sobre el secular expresa la verdad de la dominación contemporánea, donde la potestad del mercado rige la esfera de lo político. Así, el día en que los súbditos repudiaran y se burlaran de todo lenguaje legitimador y se burlaran de él, estaríamos ante el modo de resistencia más insidioso y quizá, también, el más fecundo. Valdecantos plantea una teoría alternativa del espacio, tiempo y lenguaje públicos, para repensar las condiciones de sublevación del súbdito ante lo político, regido a su vez por la potestad del mercado.