La existencia misma de una sociedad supone que sus integrantes, aunque mantengan notables diferencias de todo tipo entre ellos, coinciden en la aceptación de unas bases comunes que constituyen condición y fundamento de su pacífica convivencia. Hay quienes consideran que la afirmación de una verdad lleva consigo la pretensión de imponerla. Entre el riesgo de la imposición o la renuncia a toda pretensión de verdad no cabe sino el camino real del dialogo.