Son muchos los indicadores que demuestran que algo se está haciendo mal en las escuelas, en los institutos y en las universidades, aunque, sin duda, el más evidente de todos ellos es que cada vez más niños y jóvenes se muestran incapaces de aprender el contenido de las asignaturas y abandonan el sistema totalmente desmotivados. Las soluciones que se nos plantean (ampliar las horas de clase, recrudecer la disciplina, reducir la ratio de alumnos por profesor, efectuar exámenes más regulares y rigurosos.) son meros parches que no atacan la raíz del problema y, además, no parecen producir ninguna mejora.