Al igual que el mayor temor de los líderes sindicales es la emancipación efectiva de los trabajadores, la pesadilla recurrente de los intelectuales es el desenmascaramiento de la verdad: eso les llevaría, de un día para otro, a buscar su sitio en la interminable cola del INEM. Hoy en día, la función del intelectual suele consistir en amenizar con sus parloteos la creación del último evento. Hace algo más de una década se trató de los «atentados terroristas del 11 de septiembre», en la actualidad hablamos de la «crisis». Pero si nos olvidamos de tanta pamplina estéril, recordaremos lo que ya sabíamos: el terror y la crisis son, ante todo, maneras de gobernar.