Es imposible pensar en la Alhambra y el Generalife sin recordar a Irving, y hasta quienes no han leído los "Cuentos de la Alhambra" han oído hablar de ellos o han recibido, a través de otros conductos, sus efluvios: por osmosis o, como diría Rubén Darío, gran admirador del enclave nazarí, por cerebración inconsciente. Un libro puede cambiar nuestra percepción de un lugar y conseguir nunca sea para nosotros el mismo.