Traducciones de Alejandro García Reyes, Antonio Iriarte y Javier Marías
¿Qué ocurre con todos aquellos escritores que sólo acertaron de lleno una vez, y esa única vez les dio para pocas páginas, veinticinco, diez, cinco?
Lo escrito y olvidado es incomparablemente más vasto que lo escrito y recordado, y hay páginas extraordinarias que nadie conoce porque quizá están en medio de tantas más desdeñables. No basta con una imagen, una metáfora, una reflexión, un pasaje magníficos; no basta con una sola página, ni siquiera -así parece- un cuento, un solo cuento. Y sin embargo, ¿no es posible que muchos de los hombres que, en la expresión de Stevenson, se han dedicado a «jugar con papel» hayan tenido una idea brillante que además les haya inspirado una ejecución perfecta una sola vez y durante pocas horas?
El cuento fantástico o de horror o de fantasmas es un terreno en el que muchos autores medianos, escasos o malogrados han podido destacar ocasionalmente, el más propicio al hallazgo aislado, a la joya minúscula y única. Pues se trata de un género que tiene la capacidad y la virtud de enfrentarse de manera abierta y directa con los grandes temas de la literatura: la soledad, el miedo, el amor, la venganza, la risa, la cobardía, la locura, la muerte, y también la guerra, o el combate al menos.