En toda convivencia humana bien ordenada y provechosa hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto. Hoy día, tan cuestionada la libertad, queremos presentar este libro donde se demuestra que en el comercio de esclavos, ayer hoy y siempre, prevalecen intereses distintos a la dignidad de la persona humana. Esos dos frailes capuchinos pusieron de manifiesto que faltó de parte de la Santa Sede y de la mayoría de los moralistas, una explicita condena de la que trata de la esclavitud de los negros. Incluso con riesgo de sus propias vidas, criticaron y condenaron la trata de negros, con todas sus consecuencias