Lo poético, en sus muy diversas formas, posee la cualidad de conmovernos. Este atributo, en esencia, puede convertir las palabras en artefactos de combustión lenta pero constante; «milagros intermitentes» que nos guían hacia una comprensión distinta del mundo y de nuestro lugar en él. En suma, el germen necesario que da comienzo a todo cambio crucial, ya sea a nivel individual o colectivo.