En el arte, los artistas andan perdidos a la hora de tasar la calidad de su quehacer y tampoco confían en unos colegas que, como ellos, empeñan la vanidad en el oficio. El problema es la naturaleza de sus empeños, que propicia el fraude y los malos hábitos. El punto de vista moral no es enemigo del punto de vista estético. Ese es el trayecto que propone este libro.