Fiebre de vivir nos traslada desde finales de la década de los sesenta a los inquietos años setenta, cuando el rock español se movía en el underground, entre el jipismo y los sonidos progresivos. Tiempo de escenas focalizadas principalmente en Sevilla, Barcelona y Madrid, y que en la segunda mitad del decenio, y a falta de nombre mejor, se definió como «el rollo».