La experiencia egipcia es un ejemplo de cómo la adopción de un marco "democrático" formal no implica necesariamente un cambio en la naturaleza autoritaria del poder. Desde Naser a Mubarak, pasando por Sadat, los tres líderes que han dirigido los destinos del país desde la segunda mitad del siglo XX han utilizado diferentes recursos como el control del aparato estatal y el Ejército, las relaciones clientelares o las alianzas con otros actores emergentes, como la burguesía del aperturismo económico, para reforzar su control del sistema.