HOMBRES DE BRONCE: HOPLITAS EN LA ANTIGUA GRECIA

HOMBRES DE BRONCE: HOPLITAS EN LA ANTIGUA GRECIA

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Editorial:
DESPERTA FERRO EDICIONES
ISBN:
978-84-945187-5-1
Páginas:
376
Encuadernación:
Rústica
Dimensiones:
160x240 mm
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A comienzos del siglo VII a. C., la guerra cambió con la introducción del escudo hoplita y su doble abrazadera y de la formación cerrada de la falange. En este nuevo estilo de combate, el guerrero sustituyó sus lanzas arrojadizas por una lanza pesada de acometida; el nuevo escudo, además, mucho más grande, pesado y difícil de sostener que los modelos de una sola asa, tenía pleno sentido solo dentro de una formación cerrada donde cada guerrero podía proteger su costado derecho detrás del escudo del compañero situado a su derecha, por lo que los hombres se organizaban en filas ordenadas con un espacio de en torno a un metro entre ellos y en columnas de ocho hombres en fondo. La falange precisaba muchos más hombres y mucha mayor cohesión que las formaciones abiertas de la Época Oscura, y en ella era fundamental que cada hombre mantuviese su puesto en la formación para proteger a su compañero y romper así la formación del enemigo. Mientras que durante la Época Oscura los guerreros combatían como una masa desorganizada, abierta y fluida subordinada a la élite, los hoplitas en la Antigua Grecia pasaron a desempeñar un papel decisivo en la falange: al contrario que los héroes homéricos, que buscaban solo el honor individual, los hoplitas que aparecen en las elegías de Tirteo debían mantener su posición en la falange para ganar así gloria para su ciudad. La falange griega representaba un caso único en la guerra antigua, pues cada guerrero era un ciudadano en su comunidad y debía aportar sus propias armas para participar en su defensa. O, al menos, esta ha sido la visión tradicional de la guerra hoplítica, visión tradicional puesta en cuestión y revisada en Hombres de bronce. Hoplitas en la Antigua Grecia.

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