José Ciudad y Aureoles (1849-1924) fue una de las figuras más representativas de la vida judicial española de la segunda mitad del siglo XIX. Llegó al Tribunal Supremo cuando tenía 54 años y seis años más tarde ya ocupaba la Presidencia de la Sala Tercera de lo Contencioso Administrativo. El 17 de septiembre de 1910 era Presidente del Alto Tribunal hasta el 5 de marzo de 1923. Ilustre jurista cordobés, fue consciente de que el Juez es mucho más que “la boca muda que pronuncia las palabras de la Leyö. Se adelantaba a la actual idea de lo que debe ser y es el Juez, que no es otra cosa que la piedra de toque para conocer el verdadero carácter democrático de un determinado sistema político. El Juez y el Ministerio Público son la garantía y la mejor tutela de las libertades y de los derechos fundamentales del ciudadano y por eso se repite y con razón que no cabe hablar de Estado de Derecho sin un Poder Judicial independiente y exclusivamente sujeto al imperio de la Ley.